El obispo Fernando Lugo fracasó en su primer intento de lograr su propio pacto de Punto Fijo, al no lograr convocar a una reunión a los principales partidos de oposición.
Ante el revés sufrido, intentará una segunda convocatoria, según anuncian sus voceros hoy viernes.
Como estaba anunciado, ni colorados ni oviedistas acudieron a la convocatoria para hablar sobre la renovación de la Corte. Los únicos en asistir fueron los aliados del clérigo-presidente, quienes fueron a la cita conscientes que no reúnen los votos para hacer los cambios en la Justicia.
En Paraguay es normal que un presidente al asumir, lo primero que piense es en estructurar una justicia a la medida, y en eso están trabajando los hombres del obispo, quienes buscan construir así su propio Punto Fijo.
EL PUNTOFIJISMO PARAGUAYO
Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y otros políticos venezolanos, reunidos en la quinta de Caldera en Caracas de nombre Punto Fijo, firmaron antes de las elecciones venezolanas de 1958 en las que sería electo Betancourt, un pacto para repartirse los dividendos del poder político en Venezuela.
El objetivo proclamado del pacto era conseguir la sostenibilidad de la recién instaurada democracia, mediante la participación equitativa de todos los partidos en el gabinete ejecutivo del partido triunfador.
El derrocamiento del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez no concluyó inmediatamente en un régimen civil democrático y en la salida de las Fuerzas Armadas de la política.
Adicionalmente no todas las tendencias que derribaron a Pérez Jiménez querían instaurar un régimen democrático y seguían prefiriendo un gobierno de las Fuerzas Armadas al que calificaban como “desorden” democrático del trienio 1945-1948. Durante el año 1958 se llevaron a cabo varios intentos de Golpes de Estado contra la Junta de Gobierno.
Esta coyuntura dio la excusa perfecta a políticos corruptos que alegaron para sus contubernios peligros concretos de una regresión militar que hacían perentoria la formación de un Frente civil para encauzar el camino a la normalización democrática. Un escenario parecido se dio en Paraguay cuando el presidente electo por vía de un fraude en las primarias del Partido Colorado, Juan Carlos Wasmosy, y el titular del principal partido opositor, Domingo Laíno (que tenía una larga historia ocultada de colaboración con el dictador Stroessner), firmaron un pacto de gobernabilidad en la década de 1990.
Esto derivó en la interpretación de la praxis política hoy en boga en Paraguay, de que la democracia es una simple repartija de posiciones en la burocracia estatal entre caudillos de las diferentes fuerzas políticas, lo cual facilita al partido oficialista –con 61 años en el poder- sostener su andamiaje mercantilista comprando los opositores que necesarios fueren. Si un opositor deserta de su función de colaboracionista, siempre hay otro dispuesto a ocupar su lugar.
Miguel Adbón Saguier, en sus tiempos de presidente del Senado paraguayo, y como dirigente del partido que apoya al obispo Fernando Lugo, se atrevió a levantar su voz de protesta porque perdieron sus empleos 74 de sus lacayos en la burocracia de la Justicia Electoral, órgano dirigido por un reconocido operativo de la policía política del Tiranosaurio Stroessner.
Otro de los principales partidarios del obispo Fernando Lugo, autoreferenciado como luchador contra la dictadura, el dirigente luguista Nils Candia, se apersonó a dar el apoyo moral de su partido al mismo represor de la dictadura contra la que supuestamente luchó, el ministro del supremo tribunal electoral Juan Manuel Morales en su mismo despacho, cuando estaba de por medio el cobro del dinero de un subsidio electoral a su partido.
Bajo ningún punto de vista son casos aislados estos espaldarazos de los partidarios del obispo Fernando Lugo a represores que prestaron servicios a la dictadura, considerando que un documental del partido luguista Tekojoja presentó durante su campaña al ex policía Alcibades González Delvalle como un gran referente de la lucha social en Paraguay, a pesar de ser bien conocida su impecable y meteórica trayectoria en filas de la policía del dictador Stroessner, donde actuó con honores y fue ascendido por méritos propios varias veces en una época en la que los cuadros represivos no promovían a cualquiera.
La bancada mercenaria que lideró otro seguidor del obispo, el diputado Blas Llano, a su vez, es responsable del aumento en alrededor de 30 millones de dólares en presupuestos de ese mismo organismo que se repartieron las clientelistas burocracias partidarias de la democracia puntofijista.
También podemos citar como cómplices a los partidarios del obispo agazapados en los medios de comunicación, que presentaban al Tribunal Electoral (previo cobro de publicidad oficial) como un impoluto templo de paz celestial hasta que desavenencias en su seno derivaron en un gran escándalo político en Paraguay.
No es extraño que vuelvan a gestarse hoy inicuos contubernios entre la prensa y el oficialismo en Paraguay, donde los medios de comunicación que lideran el mercado como ABC color siempre mantuvieron una coherente línea editorial de apoyo a Videla, Pinochet, Stroessner, Oviedo y hoy al obispo Fernando Lugo.
Más recientemente se supo que un líder opositor que se presenta como guevarista, pero se le conoce como financiado por George W. Bush, Camilo Soares, recibe permanentes llamadas telefónicas secretas del represor que dirige el proceso democrático paraguayo para realizar en la penumbra misteriosos pactos telefónicos. No es extraño este contubernio entre un partido que multiplica varias veces el número de afiliados en votos dentro de un medio donde invariablemente sucede lo opuesto, especialmente considerando la facilidad con la que se manipulan resultados para favorecer a los amigos y más aún, si estos gozan del favor de la Inter American Foundation manejada por Bush, la National Endowment for Democracy, USAID y el Plan Umbral cuyos dólares distribuyó alegremente el embajador James Cason, como el caso de Soares.
Duele decirlo pero hay que decirlo; este es el desolador panorama que nos presentan quienes aparecieron como alternativa de cambio en esta comarca.
ANTECEDENTES DE LA DEMOCRACIA PUNTOFIJISTA EN PARAGUAY
El primer crédito de nuestra historia llegó al Paraguay cuando aún humeaban los campos de batalla de la guerra contra la alianza anglo-brasileño-mitrista de 1865, y sus hordas aún no terminaban de saquear al país reducido a la devastación moral y material
Era la primera transición democrática de la historia paraguaya, tutelada por las tropas brasileñas de ocupación de cuyo favor dependían los políticos para hacer carrera. Los primeros pactos puntofijistas se hicieron en esa etapa.
Aquella primera deuda de 3 millones de libras esterlinas contraída con la Baring Brothers (1871-72) significó la inauguración de los delitos de enriquecimiento ilícito, corrupción e impunidad en Paraguay. De los tres millones solo llegaron a Paraguay 403 mil.
La mora en el servicio de los fraudulentos créditos facilitó la transferencia del ferrocarril del estado y 500 leguas cuadradas de tierras públicas a una corporación de tenedores de bonos extranjeros de Londres.
Estos negocios desastrosos de una dirigencia desmoralizada por la derrota y despojada de responsabilidad dieron origen al latifundio: sobresalió en este rubro La Industrial Paraguaya SA. Los esclavistas, que murieron impunes, tienen nombres y apellidos todavía conocidos: Bernardino Caballero, Patricio Escobar, Juan Bautista Gaona, todos ellos importantes caudillos políticos del liberalismo impuesto por los ejércitos de ocupación para servir a intereses subimperiales de Argentina y Brasil.
Los ingleses que se adueñaron del ferrocarril nacional pasaron a convertirse en los hombres más influyentes del Paraguay, superando incluso a los ministros y al presidente de la república. La corrupción a gran escala se adueñó del manejo del tesoro público; el cónsul inglés informaba a principios del siglo XX que robar al estado no se consideraba en Paraguay como robo.
Uno de los alegatos más desgarradores de la miseria en que se debatían los paraguayos de aquel tiempo es el testimonio del anarquista español Rafael Barret, quien vivió en el Paraguay en la primera década del siglo XX y escribió una serie de artículos recogidos en un volumen titulado “El Dolor paraguayo”.
Pactos puntofijistas más recientes determinaron la agudización de os descalabros económicos a partir del “pacto de gobernabilidad” con el cual el Partido Liberal ocupó importantes posiciones en la administración del estado, a modo de solapado cogobierno a partir de 1993, en que dieron sustento político al presidente Juan Carlos Wasmosy a cambio de prebendas.
El resultado del “aporte” de la dirigencia Liberal al gobierno de Wasmosy no se hizo esperar. Entre las víctimas del pacto puntofijista podríamos mencionar a los mismos accionistas de Bancopar como Antonio Sacarello o Ricardo Carrasco (cuñado del “exitoso empresario” Juan Carlos Wasmosy), cuyo banco acabó intervenido entre otros motivos, por la deuda impaga de 19.000 millones que había dejado la campaña presidencial "Wasmosy-Seifart 1993". A estas víctimas se sumaron de inmediato los ahorristas de Hogar Propio, Bancosur, Financiera Estrella y otros, que costaron al país sólo hasta junio de 1995 el desembolso de 400.000 millones de guaraníes, monto irrecuperable que iría a duplicarse en pocas semanas. A todos estos mártires deben añadirse los afectados por la intervención del Grupo Bienestar Familiar, del Banco Mercantil, del Banco Unión, y de Busaif.
A todas estas víctimas de la transición, decenas de miles de personas estafadas –varias de las cuales acabaron sus días suicidándose o sufriendo un infarto– necesariamente debemos sumar los miles y miles a quienes la recesión lanzó al desempleo mientras las autoridades hacían gala de tolerancia para con los defraudadores. A estas víctimas ya contabilizadas, se añaden los habitantes de Ciudad del Este, inmolados por incapacidad política y diplomática del cogobierno, cual numantinos bajo las legiones romanas en la antigua Hispania. Para ir calculando el total, basta mencionar que para 1999 la cantidad de establecimientos comerciales quedó reducida a la mitad, con la consiguiente pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo.
Para quienes aún no se conmueven con estas cifras de sacrificados, podemos añadir a los centenares de miles de compatriotas indocumentados que son explotados en empleos indeseables e insalubres en Estados Unidos o España, y a todas las paraguayas reducidas a la esclavitud sexual en prostíbulos de Argentina y otros destinos obligados ante el fracaso de los responsables de crear empleo en todos esos años.
Quienes pensaban que la cosa no podía empeorar aún más vieron desmentida su apreciación cuando en marzo de 1999 el partido Encuentro Nacional se sumó al cogobierno, y otros partidos menores como el Febrerista o el Demócrata cristiano (hoy también soportes políticos del obispo Fernando Lugo, al igual que el Liberal) apoyaron al nuevo gabinete desde el público.
Durante el co-gobierno compartido con el Partido Liberal –que hoy apuntala en Paraguay al obispo Fernando Lugo- y el Encuentro nacional, el déficit fiscal producto del grotesco derroche se disparó a partir de abril de 1999 en forma geométrica debido a las clientelas políticas de estos partidos “luguistas” que cual manadas depredadoras, atacaron con resolución digna de mejor causa los cargos públicos, sin discriminar ministerios, empresas del estado, organismos descentralizados ni autónomos. LAW
Nota: PACTO DE PUNTO FIJO
El Pacto de Punto Fijo fue un acuerdo entre los partidos políticos venezolanos Acción Democrática (AD), Copei y Unión Republicana Democrática (URD). Fue firmado el 31 de octubre de 1958, pocos meses después del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y antes de las elecciones de diciembre de ese mismo año.
CONTEXTO HISTÓRICO
El objetivo del pacto era conseguir la sostenibilidad de la recién instaurada democracia, mediante la participación equitativa de todos los partidos en el gabinete ejecutivo del partido triunfador.
Al contrario de lo que generalmente se piensa, el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez no concluyó inmediatamente en un régimen civil democrático y a la salida de las Fuerzas Armadas de la política. Adicionalmente no todas las tendencias que derriban a Pérez Jiménez querían instaurar un régimen democrático y seguían prefiriendo un gobierno de las Fuerzas Armadas al que calificaban como “desorden” democrático del trienio 1945-1948.
Durante el año 1958 se llevaron a cabo varios intentos de Golpes de Estado contra la Junta de Gobierno. Los peligros concretos de una regresión militar llevan a la formación de un Frente civil para encauzar el camino a la normalización democrática
OBJETIVOS DEL PACTO
La finalidad del Pacto de Punto Fijo se expresó con los siguientes puntos:
Defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar conforme al resultado electoral.
Gobierno de Unidad Nacional. Esto es, considerar equitativamente a todos los partidos firmantes y otros elementos de la sociedad en la formación del gabinete ejecutivo del partido ganador.
Programa de gobierno mínimo común.
PARTIDOS FIRMANTES
Los firmantes del pacto fueron Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios (AD), Jóvito Villalba, Ignacio Luis Arcaya y Manuel López Rivas (URD) y Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fernández (COPEI), reunidos en Caracas, en la residencia de Caldera, de nombre Punto Fijo. El ganador de las elecciones realizadas en 1958 fue Rómulo Betancourt.
El pacto, en la practica, creó un bipartidismo entre AD y COPEI (URD perdió influencia progresivamente en el sistema), aunque "legalmente" sólo duró hasta el primer gobierno de Rafael Caldera (del COPEI), en la practica se mantuvo hasta 1999[cita requerida], cuando accedió a la presidencia Hugo Chávez, y siendo el desplome político de dichos partidos y el fin real del llamado sistema puntofijista.
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