lunes, 9 de marzo de 2009

VICTORIA DE YRENDAGÜE

Por Arturo Rahi

INTRODUCCIÓN

Si los hombres fuesen justos, Rafael Franco no hubiera muerto casi abandonado; si los pueblos lo fuesen, no moriría jamás.
Pocos –tal vez ninguno- hizo tanto por la recuperación material y moral del Chaco, como este varón ilustre y humilde, en su momento, la flamígera espada agresiva del Paraguay en armas.
Bajo su mando, el soldado paraguayo fue siempre excepcional, porque requiriéndole hasta el límite, lo puso una y otra vez ante la posibilidad de la victoria.
La guerra tiene azares, pero también tiene su razón, y aún la razón imponderable, que no cuenta la intendencia, pero suma y resta la sensibilidad del genio militar.
Las batallas se ganan con los restos de organizaciones al borde del colapso, en la angustia de informaciones inexactas, de órdenes aproximadamente interpretadas, sobre terreno más o menos conocido.
Las gana el comando que aprecia mejor la situación confusa, que yerra menos y emplea con más acierto sus últimos recursos. Las gana el hombre cuyo magnetismo polariza un gran desorden, quien infunde a sus soldados un miedo moral, mayor que el miedo material que inspira el enemigo.
Los conductores de esa estirpe no reciben sus galones por escalafón y antigüedad, traen sus estrellas conferidas por el Hado.
Alejandro, Aníbal, Julio César, Napoleón, Rommel, Franco, son generales de raza, se los nombra sin títulos, a secas, sin referencia a decretos de gaceta oficial.
Rafael Franco quedará en la historia militar de América, por su limpia retirada de Saavedra, en condiciones de dificultad excepcional: por la agresiva resistencia de Gondra: el sorpresivo rompimiento del frente que precipitó la victoria de Campo Vía,; por la arrolladora ofrensiva del II Cuerpo, engarzando una serie de triunfos que ubicó a nuestro ejército a la vista de Carandayty; por la maniobra en retirada de la gran unidad, ante la abrumadora presión de las fuerzas comandadas por el coronel David Toro, tres veces superior en hombres y armamentos; su contragolpe de Yrendagüé, el movimiento táctico más audaz, enérgico y de consecuencias morales más demoledoras de la guerra del Chaco.
Las órdenes de operaciones que llegaban, con una minuciosidad inexplicable, no se sostendrán como testimonio, por esa misma causa. Las acciones no coinciden con los planes; los estrategas lo saben desde siempre; Tolstoi lo formula magistral memorando Borodino, y Rafael Franco lo confirma con el simple comentario de los hechos, en su pequeño opúsculo “Dos Batallas”, con algunos capítulos de admirable vuelo.
Hombre de tal calibre no resultaba fácil de manejar. Los conductores natos, son malos conducidos. Les apremia la compulsión creadora que se conforma poco con la indispensable disciplina y su secuela no querida: rutina y mediocridad.
El general Estigarribia, inflexible en otros casos, lo toleró hasta el fin, demostrando su grandeza. Era como tener un tigre cogido por la cola, con la única ventaja que estaba siempre rampante de cara al enemigo.
Sus ataques, asaltos, maniobras, contramaniobras y despegues de último momento, levantaban la seria admonición de los prudentes, y de los que no podían perdonar el éxito. Le imputaban asumir riesgos temerarios que ponían en peligro la suerte del ejército y la propia guerra.
Lo cierto es que su mando, que colmó la aspiración patria al cruzar el Parapití, jamás cedió una escuadra al enemigo sin sopesada necesidad. No exigió inmolaciones inútiles. Sus órdenes claras y tajantes imponían sacrificios sobrehumanos, no para la muerte, sino para la vida y la victoria.
Si el destino hubiese querido que comandase todo el ejército en campaña, quien sabe sobre qué picacho andino se hubiese firmado la paz. Pero si nos permitimos esta conjetura, también debemos admitir que le faltaban aptitudes políticas para convivir con una organización civil, conservadora por naturaleza. Un alto comando es un punto crítico de fricción y transacciones. La oportunidad no se dio para emplear con éxito la virtud sobresaliente de la raza, que hasta hoy sólo le ha permitido subsistir: su valor militar.
En el acto del sepelio, cuando sus viejos oficiales y soldados se consolaban recíprocamente haciendo el interminable elogio de sus hechos y virtudes, el batallón destinado a rendirle honores, apresuró el trámite de la descarga y se marchó al cuartel. La administración del cementerio no encendió luces para abreviar discursos. Incompresiones explicables en quienes habituados a la sombra y granjerías menudas de la gloria, no saben ni imaginan cuan grande, generoso y refulgente brilla el sol.
José María Rivarola Matto












VICTORIA DE YRENDAGÜE
Corría el 9 de noviembre de 1934 cuando la ofensiva boliviana entonces en pleno desarrollo, lograba desalojar a nuestro ejército de “Yrendagüe”, con lo que perdíamos los únicos pozos de agua dulce que se han logrado cavar en el Chaco Boreal.
Nuestro Segundo Cuerpo que mantenía ese frente estaba reducido a no más de 3.500 hombres en vista de que parte de sus efectivos fueron tranferidos al Primer Cuerpo que estaba en plena ejecución de la maniobra que culminaría muy pronto con la gran victoria de “El Carmen” en donde se logró la destrucción de otras dos divisiones bolivianas. En estas condiciones el General Estigarribia prefirió perder los pozos con tal de atraer al orgulloso coronel Toro detrás de las fuerzas del Coronel Rafael Franco y alejar los poderosos efectivos bajo su comando de la zona de maniobra del Primer Cuerpo, confiando en la pronta recuperación de lo perdido.
Todo esto se consiguió con creces, ya que el Cuerpo de Toro se concentró en el frente de nuestro Segundo Cuerpo creando varios corralitos que anunciaron anticipadamente como grandes victorias y que resultaron en reales fiascos, ya que nunca consiguieron capturar un solo soldado paraguayo.
A raíz de los mentirosos y grandilocuentes comunicados bolivianos y las reacciones que crearon, fue que el coronel Franco escribió que en la guerra también se hacen chistes refiriéndose específicamente al corralito de “Garrapatal” sobre el que los bolivianos arrojaron de sus aviones boletines instando a los paraguayos a rendirse, ofreciendo agua, comida y buen trato, cuando que dentro del corralito ya no se encontraba un solo soldado de nuestro Segundo Cuerpo. Se habían zafado con todos sus elementos y seguían tranquilamente en su retirada.
Este fue el caso del cerco de Garraptal en donde el capitán Rogelio Benítez reunió a sus oficiales y les dijo tranquilamente, “ñandá nda jha jahei vacá ya puta jhaguá corape•. Estos se pusieron a la cabeza de sus soldados, asaltaron y destrozaron las líneas bolivianas saliendo íntegramente, llevando a su única baja, un Sargento herido.
Tal como lo previó el General Estigarribia, el 16 de noviembre de 1934 culminó la batalla de “El Carmen” con una gran victoria. Entonces a nuestro ejército le quedaba la mano libre para recuperar “Yrendagüe” tal como se esperaba y darle al coronel Toro y a su cuerpo un destino que, sin duda no lo habrán estado calculando al quedar colgados luego de la destrucción de sus fuerzas en “El Carmen”.
Pero antes de seguir adelante se debe explicar el porqué de la importancia de “Yrendague”. Es que en ese lugar se encontró agua dulce en abundancia, por primera vez en el Chaco. El descubrimiento lo hizo el franco-paraguayo León Fradneau, un veterano profesional del ramo. Era el 27 de Octubre de 1934, precisamente cuando los diez mil hombres del Cuerpo de Toro arreciaban en su ofensiva contra nuestro disminuído Segundo Cuerpo.
Nos recuerda el coronel José S. Da Costa que cuando el Comanchazo fue avisado de tan grato descubrimiento, su vocero el luego general Raimundo Rolón exclamò “demasiado tarde”. Es que para beneficio de la maniobra de “El Carmen”. Ya se había resuelto, tal lo dijimos antes, el abandono del sector para alejar a los efectivos del coronel Toro de la zona de nuestra maniobra de “El Carmen”.
Evidentemente todo a su tiempo, tal como lo decía nuestro comando. Ya que se abandonaron los pozos con su precioso contenido pero teniendo in mente su rápida recuperación, tal como luego ocurrió.
El coronel Da Costa lo dice muy bien: “había que salvar los hombres y las armas, cediendo el terreno y principalmente el agua, pero trayendo tras de sí al enemigo, cada vez más lejos de sus bases de reaprovisionamiento y de su posibilidad de reagruparse con tiempo y de su facilidad para acudir a la otra batalla”.
A este respecto el coronel Franco en sus Memorias Militares nos dice: “En esas condiciones poco favorables para nosotros, se produjo en otro sector (Ballivián –El Carmen) una importante victoria paraguaya (Noviembre de 1934) que aparentemente debía aliviar la situación en el frente de nuestro Cuerpo de Ejército, pero no sucedió nada parecido. La victoria estratégica del enemigo, creánndonos el peligro de un inminente y decisivo desastre”.
“Por su parte –sigue diciendo el coronel Franco- el comando enemigo no retiró del II Cuerpo de Caballería un solo hombre para reforzar las defensas de Villa Montes.”
No parecía inquietarse por el vance de nuestras tropas, siempre tan peligrosas en su acción ofensiva”.
Hoy sabemos el Comando Boliviano sí estaba muy inquieto y sus órdenos no se cumplían. El coronel Toro siempre hacía lo que quería y las órdenes de Peñaranda eran obedecidas cuando a él le apetecía. Siguió entonces dando órdenes, desde su lejano comando en Carandayty de seguir adelante aunque quedara colgado, ya que su orgullo y ambición le decían que debía derrotar al coronel Franco para ser un jefe respetado entre los suyos.
Y el coronel Franco, el más brillante conductor de nuestro ejército, no iba desaprovechar la oportunidad que tenía entre manos.
En el libro “La epopeya del Chaco” que es considerado como las Memorias del General Estigarribia, pero que Pablo Max Insfrán aclara que “yo las redacté desde el principio hasta el fin, en dos idiomas. Estigarribia me daba un dato y sobre él yo trabajaba en la redacción, la que luego considerábamos juntos. Las ideas de las memorias son exclusivamente de él”.
En este libro, página 330 se dice: “El mismo día 21, partí para Siracusa, donde deseaba entrevistarme con los comandantes del Segundo Cuerpo (coronel Franco) y de la Octava División (Tte. Coronel Garay) a fin de darles personalmente instrucciones precisas sobre el plan que yo habré resuelto poner en ejecución•.
“Me encontré con ellos en un punto situado a media distancia entre Siracusa y Lafaye. Después de imponerles en una sencilla ceremonia la Cruz del Chaco, en mérito a los grandes esfuerzos últimamente realizados, ordenó que la Octava División marchase sobre Yrendagüé, con la intención de privar al enemigo de la única fuente de auga con que contaba”.
El coronel Franco en sus Memorias recuerda que “de acuerdo a órdenes terminantes, la misión que venía cumpliendo mi Unidad era la de cubrir el ala Norte de nuestro Ejército, retirándose hacia Camacho. Pronto pues, tendríamos que abandonar también Lafaye, punto de convergencia de vitales caminos. Desde ese momento, podría considerarse poco menos que perdido al grueso del ejército paraguayo, pues todas sus líneas de operaciones podían ser fácilmente cortadas desde su posición”.
“No es la ocasión de precisar las causas o motivos que determinaron aquellas órdenes del general Estigarribia, reveladoras de una completa inadvertencia del verdadero objetivo del enemigo, pero difícilmente se podía convencer a nadie que tiene una confianza ilimitada que depositaba en nuestros Jefes, Oficiales y soldados del 2º Cuerpo de Ejército. Tales confianzas, sin embargo, no estaban de acuerdo con las deplorables condiciones en que afrontábamos al enemigo”.
“No había a mi juicio sino un medio para evitar el desastre, pasar al ataque, adelantarse a la Caballería de Toro y descargar sobre dicho cuerpo un golpe decisivo. Al parecer era un medio desesperado, pero bien calculado, ofrecía probabilidades de éxito, por la multiplicación de fuerzas que la iniciativa proporciona”.
“Disponía entonces mi cuerpo de ejército, a lo más de 5.500 combatientes integrando tras divisiones de infantería, la VI, la DRG en nuestras posiciones fortificadas de Lafaye, y la VIII a 70 kilómetros al sud de Yrendagüé su futuro objetivo. La mayoría de mis soldados daban señales de agotamiento físico y harapientos, si bien soportando las mayores penurias con admirable entereza. En cuanto al material, nuestros pocos cañones carecían de proyectiles, la escasez de hilos de teléfonos, verdaderos nervios de los comandos, era total. Los medios de movilidad enteramente insuficientes pues, estaban reducidos a solo 25 camiones, que transportaban penosamente el agua potable para dos divisiones desde puntos distantes de hasta 200 kilómetros, por los caminos arenosos que no permitían sino una velocidad de ocho kilómetros por ahora de promedio”.
El coronel Franco confirma lo afirmado por Estigarribia sobre la reunión del 21 de noviembre, cuando dice: “En la segunda quincena de Noviembre tuve en las cercanías del fortín Siracuas una conferencia con el Comandante en Jefe, en esa oportunidad recibií conjuntamente con el coronel Eugenio Garay las primeras condecoraciones de la Cruz del Chaco al valor militar. Naturalmente, no podía perder ocasión tan propicia para reiterar al comandante en Jefe mis inquietudes sobre la situación del Ejército que a mi juicio, no podía ser tan comprometida, explicándole al mismto tiempo el plan que había concebido…”. El general Estigarribia –como era su costumbre- sin estimar ni desestimar dicho plan, se limitó a reiterarme: “Aténgase a las órdenes que ya tiene”, lo que posteriormente fue confirmado por una comunicación telegráfica”.
“No obstante –sigue el coronel Franco- a medida que nuestra situación empeoraba, se desarrollaba en mi ánimo la resolución de obrar de acuerdo con mis propios planes. Afortunadamente, mi decisión en ese sentido fue tomada a tiempo, afrontando todas las consecuencias, cuando faltaban apenas horas, quizas minutos, para cerrarse el plazo de nuestra ruina total”.
Esta afirmación rotunda del coronel Franco, de haber tomado por propia iniciativa la decisión del ataque a Yrendagüe, difiere de lo que ya hemos transcripto y que figura en lo escrito por Pablo Max Insfrán, que atribuye al general Estigarribia esta orden a partir de la reunión del 21 de Noviembre.
Franco afirma que en dicha oportunidad Estigarribia le confirmó la orden de aferrar tenazmente al enemigo descartando cualquier otra operación. De ahí su decisión de iniciar el ataque por propia decisión sin salirse de las líneas generales de las operaciones en curso del ejército.
Recordemos que también en Campo Vía, Estigarribia dio la orden de aferrar a las divisiones bolivianas y que Franco tomó la decisión de accionar cuando vio que estas podían escurrirse.. La decisión del coronel Franco dio por resultado la más grande victoria de la guerra con la captura de las Divisiones IV y IX y un inmenso material de guerra, superior éste al total de armamentos con que el Paraguay inició la guerra.
Recordemos también que el Coronel Eulalio Fascetti en una conferencia en el clud de Leones-Salesiano, al referirse a este hecho afirmò que la decisión del ataque a Yrendagüe fue exclusiva del coronel Franco. En este sentido también se refirió el coronel Antonio E. Gonzalez al atribuir a Franco la decisión de atacar.
No olvidemos que todas las dudas y tergiversaciones sobre nuestra historia respecto a la guerra del Chaco, surgieron durante la dictadura colorada-estronista que tanto daño hizo al país y a su cultura histórica. Se inventaron héroes imaginarios y se negaron sistemáticamente verdades irrebatibles por odio o envidia.
Así que sigamos con las memorias del Coronel Franco. “Fue así como en las primeras horas del día 4 de diciembre de 1934, visité en su carpa al Comandante de la VIII División Teniente coronel Eugenio Garay, distante de nuestras posiciones unos 60 kilómetros, para instruirle del plan que tenía proyectado sobre “Picuiba-Yrendagüé”. Me trasladé hasta su puesto de comando en consideración a su edad, por eso no lo hice venir a la reunión de comandos que tuvimos en “Siracuas”. No lo consulté, como dijeron algunos “historiadores” conferencistas de retaguardia o estrategas de café que pululaban en la post-guerra para ganarse los favores de aprendices de dictadores que eran lisonjeados como el “líder” o el “único héroe” de la guerra del Chaco.
Aquí conviene mencionar que efectivamente lo afirmado por el coronel Franco era bien cierto. Así recordamos haber escuchado conferencias de Ezequiel González Alsina de Julio P. M. Saldívar que negaban toda la actuación de Franco en Yrendagüe y se lo atribuían en exclusividad a Garay. Inclusive negaban que Garay había pedido permiso para retirarse –como lo veremos más adelante, ya que este nunca dio un solo paso atrás, etc. Lamentablemente el coronel Garay, un hombre íntegro y valiente ya no vivía para taparle la boca a estos charlatanes.
Y cuando había que negar, no méritos, sino prácticamente participación al coronel Franco en la guerra aparecieron otros charlatanes. Así recordamos a Alejandro Cáceres Almada –especialista en football- en sus famosos programas de radio Nacional, cuando negó la participación de Franco en la batalla de Gondra. Tanta molestia causó este hecho que el Dr. Luís G. Benítez tuvo que salir al aire en la misma radio para poner las cosas en su lugar afirmando que nadie podia hablar de Gondra sin hablar de Rafael Franco, que ambos nombres venìan entrelazados.

También tenemos el caso del Dr. Antonio Salum Flecha que en su libro “Historia Diplomática del Paraguay” afirma que la batalla de Campo Vía la ganó el general Ayala, ex jefe del II Cuerpo, separado de su cargo-aquí no exploraremos el porqué- meses antes de dicha batalla. Otra burda mentira.
Y este señor Julio Saldívar no solo lo dijo en conferencias sino que escribió su libro “Yrendagüé” publicado en 1984, que en su página 55 dice:
“Dejo pues a cargo del comprensivo lector el juicio sobre la insinuación que hace el general Vega Gaona, de que el Comandante Divisionario (Garay) había pensado en una retirada. Yo no puedo admitir como ciertas una intención tan desprovista de base como esa y manos en el lúcido, frío y esclarecido general Garay”.
De esto puede desprenderse. que Saldívar aparenta desconocer la única verdad histórica sobre los hechos ocurridos en el ataque a Yrendagüé. El propio Paí Pérez lo confirma en sus Memorias y repite las palabras vertidas en los cables y los dichos a sus propios oficiales. Y va más lejos aún Saldívar, al pretender que Vega Gaona, comandante del regimiento “Batallón 40” no dice la verdad o miente, conociendo donde estuvo con quien el comandante de este regimiento. Hacer esta afirmación ya nos da motivos para decir que era un charlatán que bailaba al compás de los intereses políticos. El partido al que pertenecía a través de sus voceros pretendió, al igual que los “legionarios del 70” escribir la falsa historia de una guerra.
Todas estas falsedades no hicieron sino dar mayor gloria al ilustre vencedor de tantas batallas que ellos desesperadamente pretendían separar de la historia.

Seguimos con Franco: “Viajé en mi viejo Ford del año 1928 los 60 kilómetros que nos separaban”.
“En dicha oportunidad le detallé la operación proyectada y que tendría que desarrollarse de inmediato. Para esclarecer mejor esta historia, la VIII División pertenecía al II Cuerpo. Fue solicitado su concurso, a raiz de reforzar la maniobra de EL CARMEN, pero terminada dicha batalla, fue inmediatamente reintegrado el Segundo Cuerpo. Por consiguiente, como comandante del II C. de E. nada tenía que consultar, pues era mi subalterno.
Esta última aclaración del coronel Franco nos parece muy acertada y nadie que tenga un poco de sentido común podría discutirla.
“En consecuencia –sigue diciendo Franco- le entregué en propias manos la orden de operaciones nº 97 dictada el día anterior y que correspondía a su División, ya para el ataque, y que reza lo siguiente:
La Octava División de Infantería tendrá como misión:
a) Partirá de su base, extremo norte del camino XV el día 5 del corriente a las 18 horas, de tal suerte que pueda alcanzar su primer objetivo “Yrendagüé” el día 7 a primeras horas de la mañana.
b) Inmediatamente que la VIII División logre su primer objetivo, la guarnecerá con las tropas indispensables y con el resto, atacará hacia el “Cruce” (Mr. Long) Picuiba.
c) Como en esta situación, el enemigo de Picuiba tratará de retirarse de preferencia hacia “27 de Noviembre”, y es factible una acción del lado de este fortín hacia “El Cruce”, se asegurará de esa dirección ocupando el citado camino con fuerte destacamento, lo más al norte posible de “El Cruce”.
d) La conjunción de los caminos XV y XVII y el extremo Oeste de “Alvarenga”, estarán ocupados por una compañía de fusileros de cada uno de estos puntos con misión de observación y defensa para la primera y de ataque para la segunda, por “Alvarenga” hacia el Este.
e) Por si se presenta eventualidad, de que el camino “Alvarenga” no puede ser habilitado para el abastecimiento de la División la senda que une el extremo norte de XII con el extremo oeste de “Alvarenga” será convertida en camionable una vez que la División haya efectuado su primera jornada de marcha.
f) Adoptará todas las medidas tendientes a impedir que su operación sea notada por la aviación enemiga, especialmente antes de alcanzar el primer objetivo asignádole.
“El Cuartel Maestre del cuerpo se encargará de la alimentación y del restablecimiento de municiones de todas las unidades del cuerpo, menos la VIII División que lo hará por sus propios medios desde su base primero, y luego de la intendencia y parque del Cuerpo”.
“Comunicaciones: por radio, con la VIII División, por teléfonos y estafetas con las demás Unidades del Cuerpo.
Sanidad: Ambulancias quirúrgicas en La Faye. Fdo. Rafael Franco, coronel y comandante del II Cuerpo”.
Según nos cuenta Franco, una vez que Garay leyó la orden, preguntó si Estigarribia como comandante en Jefe tenía conocimiento de la operación proyectada. Franco dice que manifestó al comandante de la VIII División que dicha operación se encuadraba en los planes operativos del comandante en Jefe, no se apartaba de las ordenes recibidas. Le recalqué, dice Franco, que la captura de Yrendagüé va a representar la destrucción total de la División de Toro. Tampoco olvidé recordarle –dice- que la misión a cumplir entrañaba mucho riesgo y que, el desideratum eran de vencer o morir. Llegar o perecer. Que serían 60 kilómetros a recorrer por caminos inexistentes, que se abrirían al paso de ellos mismos, bajo un sol abrasador. Yo lo conocía muy bien porque había recorrido anteriormente en persecución del enemigo hacia Carandayty –dice Franco- y por eso sabía que el plan era riesgoso, pero el coronel Garay estaba capacitado para cumplirlo al pie de la letra.
El Mayor Lorenzo Medina, comandante del R.I.16 “Mariscal López” que llegó hasta Charagua con sus soldados, desde su carpa, recordaba haber escuchado la conversación porque el coronel Franco hablaba en voz bastante alta y confirma que la conversación se desarrolló en esos términos.
Igualmente Medina recuerda que posteriormente lo vio pensativo al coronel Garay y que le preguntó si se encontraba bien, a lo que este respondió luego de pensar un poco:
“Mirá Medina, dicen que del genio a la locura hay solo un paso, y este nuestro jefe tiene cierta chispa fuera de lo común. Sus argumentos son serios e irrebatibles y se ajustan a la realidad”.
Evidentemente que para cualquier otro jefe era tan poco probable hacer esta operación, visto el terreno en que se encontraban, sin agua, cubierto de arenales y yuquerís achaparrados y espinosos, que nadie que no fuera RAFAEL FRANCO lo hubiera concebido y llevado a cabo, asumiendo todos los riesgos y la responsabilidad.
Respecto a esta operación, nos llama poderosamente la atención lo afirmado por el doctor Salvador Villagra Maffiodo en sus “Memorias” de que el dilema era encontrar quien podría realizar la hazaña de capturar “Yrendague” y termina afirmando que “a tal propósito el general Estigarribia tuvo la lucidez de designar al coronel Garay, al mando de la VIII División de Infantería”, y que la VIII División seguía dependiendo orgánicamente del Comanchazo”.
Más aún nos llama la atención de que Garay no lo haya dicho una palabra a su jefe el Coronel Rafael Franco de esa supuesta designación, sino que aceptó llevar adelante el plan de operaciones que le entregó su jefe, con el comentario posterior al mayor Lorenzo Medina que ya conocemos.
Pablo Max Insfrán en las Memorias de Estigarribia dice claramente –página 218- que la VIII División pertenecía orgánicamente al II Cuerpo de Ejército, es decir que dependía para las decisiones a tomar del coronel Rafael Franco. Dice también Insfrán que Estigarribia ordenó al comandante del II Cuerpo y de la VIII División se marchara sobre Yrendagüé, etc.-pagina 331. En ningún momento Estigarribia en esas Memorias dice que se designó a Garay para dirigir la operación. La designación la hizo el coronel Franco y la orden de operaciones que este entregó a Garay fue la que se cumplió.
Así que consideramos a lo afirmado por el doctor Villagra Maffiodo como un intento más con los que se pretendió luego de la guerra dar lustre al nombre de Estigarribia restándole méritos a los reales autores.
Volviendo a lo nuestro. Con el mismo criterio Franco ya había realizado la hazaña de “Campo Vía” que nadie lo consideraba factible en el Comando en Jefe. Tan imposible era para nuestro Comanchazo que cuando recibieron al aviso de la gran victoria, sencillamente no lo creyeron, de ahí que pidieron confirmación no una sino tres veces y luego, lo enviaron al Teniente Coronel Melgarejo para confirmar que Franco tenía en su carpa a los coroneles Gonzalez Quint y Banzer y que las Divisiones bolivianas IV y IX, prisioneras, desfilaban hacia nuestra retaguardia y los centros de prisioneros.
Es evidente que Franco se tenía confianza y confiaba también en sus oficiales y soldados que nunca le fallaron y tuvieron el valor convertir los planes del comandante del II Cuerpo en resonantes victorias.
En la conversación con el mayor Lorenzo Medina, el coronel Garay le afirmó que el coronel Franco “me convenció y le prometí mi más decidida colaboración”, y como “el tiempo apremia no se puede esperar un solo día más”.
Dice el mayor Medina “que a él le consta de oídas, el diálogo mantenido entre ambos coroneles en la carpa de Garay y que también le manifestó, poniendo énfasis que la determinación era perentoria y que estaba dispuesto a lanzarse con su VIII División desde Puesto Estrella en dirección a Yrendagüé de cuyos pozos de agua se provee todo el Cuerpo de Caballería del coronel Toro”.
Recuerda el mayor Medina que Garay le dijo “y katú co cierto oré ruvichá jhehiva”. Entonces preguntó y “cuándo se da comienzo a la maniobra mi coronel”, a lo que éste respondió “ahora mismo”. “El teniente Galindo lleva la orden de apresto a las unidades”.
Esta orden decía:
“-Ración de hierro para dos días y dos caramagnolas de agua por hombre –continuó Garay- “Y usted Mayor Medina que se encuentra enfermo, me entregará su regimiento. Yo lo voy a comandar”.
Dice Medina que cuando escuchó estas palabras de su jefe, se “incorporó instintivamente de la cama impulsado por una fuerza misteriosa. Estoy sano, completamente sano mi coronel, yo marcharé con mi regimiento y estaré a su lado hasta las últimas consecuencias”.
Medina recuerda que Garay “selló con un abrazo ese gesto espontáneo” y que se puso a redactar la orden de marcha y distribución de las tropas, que lleva fecha 4 de diciembre de 1934 para dar cumplimiento a la orden del cuerpo nº 97 del día anterior.
La orden de marcha del coronel Garay, dice:
1) Situación general: El enemigo está formando una línea defensiva de la cual son puntos conocidos Cururendá, Carosi y Capirendá, contra esa línea están operando ventajosamente el I y el III Cuerpo.
El II cuerpo tiene delante de él una línea enemiga a caballo formada así: 5 kilómetros con frente sud, 5 con frente sudeste y 5 ½ con frente sudoeste, con puntos adelantados en el kilómetro 202.
2) Intención del Comando en Jefe del II Cuerpo de Ejército.
“Destruir al enemigo que tiene al frente”,
3) “Misión de la División 8. Envolver al enemigo por el Oeste y el Norte y atacarlo por la retaguardia.
4) Comienzo de Ejecución. La D.8 marchará mañana miércoles 5, a la hora que determinará oportunamente, desde el cruce de los caminos XV y XVII, siguiendo la prolongación del camino XV hacia el norte. La primera jornada será hasta 5.000 a 10.000 metros al Sud de la picada Alvarenga. La segunda jornada será hasta Yrendague que será tomada y ocupada.
5) El “Batallón 40” formará la vanguardia y dejará un pelotón reforzado en la Picada Alvarenga, el cual colaborará con el destacamento Duarte Sosa para dominar totalmente al pique de maniobra que cae por el norte en el kilómetro 17 de la picada Alvarenga y que está ocupada por el enemigo. Este pelotón se aprovisionará directamente de la Intendencia de la División.
6) El R.I. Pitiantuta nº 18 marchará detrás del Batallón 40 y el RI 16 detrás del regimiento Pitiantuta, formando estos dos regimientos el grueso de la columna.
7) El RI Mariscal López nº 16 destinará hoy mismo una fuerte compañía que quedará en el cruce de los caminos XV y XVII con misión de vigilancia sobre todo el oeste y que se aprovisionará directamente de la Intendencia de la División.
8) La compañía de zapadores de la División hará camionable la prolongación del camino XV desde el momento en que las Unidades hayan ejecutado la primera jornada de marcha, es decir desde el día 6 al amanecer y a más tardar para eso se trasladará hoy mismo a la punta ya camionable del camino XV.
9) Comunicaciones. Durante la marcha por radio y estafetas a pie.
10) Servicios. El Hospital de la División sin variación. Los regimientos llevarán consigo sus cirujanos auxiliares y material. El parque de la División está en el cruce de los caminos XV y XVII. La intendencia de la división pondrá un puesto de entrega en este cruce hoy mismo.
11) Puestos de comandos. Yo marcharé con las columnas y haré saber con qué unidad estoy. Los señores comandantes de Unidades y fracciones en su puesto reglamentario.
Firmado: Eugenio Garay, coronel comandante de la D.8.
Al amanecer del día 5 de diciembre de 1934, el regimiento “Batallón 40” inició la marcha de la VIII División tal como estaba fijado en la orden emanada del comandante de la división, cumpliendo así su objetivo cual era la picada Alvarenga. Antes de llegar la noche, se cubrió la posición con los retenes adecuados pese a la lejana presencia presencia del enemigo y a la seguridad de que éste ni idea tenía de la presencia paraguaya en ese lugar.
Comenta el luego general Ceferino Vega que esa noche del 5 no ocurrieron novedades dignas de mencionar. Sin embargo es bien conocido que nuestros soldados, al parecer sin control alguno y pese a las recomendaciones y órdenes recibidas, consumieron en exceso sus provisiones y en especial al agua de sus dos caramagnolas, teniendo que reclamar y esto evidentemente antes de lo previsto, de nuevas provisiones y en especial agua, que como ya se anticipó la VIII D tenía que recibirlas en su propio servicio de Intendencia establecido en el cruce de los caminos XV y XVIII.
Repetidos pedidos de reaprovisionamiento fueron remitidos al Servicio de Intendencia, pero evidentemente el consumo anticipado de la provisión original, hizo que no se pudiera cumplir de inmediato con los reclamos.
Así comenzó el avance de la columna durante el segundo día, es decir el día 6 de diciembre de 1934, pero sin que aún las provisiones de agua llegaran, o por lo menos en la cantidad requerida para satisfacer a tanta gente y que sufría la sed por el calor agobiante.
Y fue precisamente durante este día 6 que por lo visto la situación de desabastecimiento de agua fue considerada extraña y alrededor del mediodía, el coronel Garay envió un parte a su jefe comunicando que era imposible continuar adelante por deficiencia en el abastecimiento de agua, pedido repetidas veces pero no satisfecho en su totalidad.
La respuesta del coronel Franco fue inmediata y clara: “inmediatamente que reciba esta orden reanudará la marcha hacia su objetivo. Si Dios quiere, usted y sus tropas deberán suficientemente en Yrendagüé”.
La determinación estaba tomada y como jefe con todas las de la ley, Garay se decidió a cumplirla, pero antes hizo un famoso comentario a sus subalternos que gracias al Pa-í Pérez Acosta que lo asentó en sus Memorias, hoy forman parte real del anecdotario de la guerra del Chaco.
El comentario de Garay fue: “Peina co añamemby oño entendema ñandejarandive. Pero ikatú co cierto la jhehiva. Jajhá catú lo mitá”. Y de inmediato con sus oficiales a la cabeza reinició la marcha que ahora sí, con hambre, con sed, con calor y con extremo cansancio ya sería imparable.
Y aquí volvemos brevemente a la conversación que mantuvieron Franco con Garay, en la carpa de este último, en la que el comandante del II Cuerpo no solo ordenó que la operación debía de iniciarse de inmediato sino que había que anticiparse al enemigo porque este evidentemente preparaba su golpe contra nuestro cuerpo. La intuición de Franco y su alta capacidad profesional, le hacían deducir que ese era el camino a seguir por el enemigo considerando la situación de los ejércitos. Pero la toma de Yrendagüé trabó todos los planes del coronel Toro. Veremos que pasó.
Durante su largo destierro en el Uruguay, el coronel Rafael Franco escribió un artículo que lo publicó la revista del Cuerpo de Aspirantes de la Escuela Naval del Uruguay, en su número 32 de Noviembre de 1959, que se titula “Feliz Destino de las Buenas Causas” o “Las Fuerzas Morales de la Guerra”. En algunos de sus párrafos Franco dice: “La suspensión de su marcha en la noche del 5 de diciembre al frente de la VIII División, era en Garay una cosa insólita, podríamos decir inaudita.
Cuando nuestra victoria parecía depender enteramente como nunca, de la ejecución matemática de las órdenes operacionales, la firmeza del coronel Garay, que no conocía vacilaciones, vaciló”.
Y sigue Franco en otra parte: “Como para no creer en el destino. La demora de un día, que parecía comprometerlo todo, salvó la situación; una vacilación de un hombre que no vacilaba nunca, y que trastornaba todas las previsiones, permitió nuestro completo triunfo. Sin aquellas 24 horas de retardo los acontecimientos hubieran tomado otros rumbos, seguramente no favorables al Paraguay”.
Qué realmente pasó para que Franco haya dejado esas reflexiones? Esto es lo que pasó: “Ese mismo día 5 de Diciembre, la 7ª División de Infantería boliviana iniciaba también sus operaciones desde el sud de Yrendagüé, sobre el ala izquierda de nuestro II Cuerpo”.
“Si la División del coronel Garay ajena al movimiento de la citada unidad enemiga, hubiese seguido marchando la noche del 5 de Diciembre, era fatal que chocase con la columna boliviana en pleno bosque. Sin agua, sorprendidas en vez de sorprender, nuestras tropas hubiesen sido indefectiblemente derrotadas. Una simple escaramuza en el camino era suficiente para malograr el factor sorpresa, esencial para la conquista de “Yrendagüé”.
“Pero aquella demora providencial permitió que ambas columnas se cruzaran con minutos de diferencia: la cabeza de la VIII División paraguaya, que iba para atacar “Yrendagüé” pasó rozando la cola de la 7ª División boliviana que marchaba para atacar el ala izquierda de nuestro II Cuerpo de Ejército”.
“El comandante de la División boliviana, informado de la novedad, la transmitió con toda urgencia el coronel Toro por teléfono, a su puesto de comando en Carandayty…”
“Hay tropas paraguayas en movimiento hacia “Yrendagüé, decía el comandante de la 7ª División muy alarmado”.
“No puede ser, contesta el coronel Toro, debe tratarse de alguna patrulla. Tendrían que ser brujos esos paraguayos para atacar Yrendagüe”. La respuesta final del comandante de la 7ª División fue: “Mi coronel, no olvide que los paraguayos son capaces de hacer cosas inconcebibles”.
Y lo hicieron. En Yrendagüe ahora, como antes en Campo Vía y El Carmen.
Seguimos con el destello de la batalla en sí. Al amanecer el día 7 la VIII División continuó su inexorable marcha hacia Yrendagüé sin encontrar resistencia alguna. Es que nadie se imaginaba, en el lado boliviano, de la presencia paraguaya a pocos metros de distancia.
Al mediodía nuestras avanzadas abandonaron el monte y cortaron el camino que conducía a Yrendagüé en donde capturaron un camión con varios soldados y oficiales que fueron hechos prisioneros y que sorprendidos se encontraron que los nuestros estaban llegando a destino y que ellos no tenían noticia alguna.
Un poco luego de mediodía cayó en nuestro poder toda la sanidad boliviana incluyendo a su jefe mayor Médico Hernán Navarro. Y a las 14 horas avanzadas tomaron contacto con los defensores de Yrendagüé.
En todo el frente de ataque, nuestros soldados que veían la victoria a un paso luego de tantos sufrimientos, la batalla se hizo más violenta y contínua. Los soldados y oficiales del Batallón 40 que fueron los primeros en llegar, con la ayuda ya de agua que consiguieron de las provisiones bolivianas capturadas, fue más consistente y continuo.
Avanzaron y se posicionaron para el asalto del día 8.
El día 8 de diciembre, día de la victoria final, apenas pasada la media noche, cayó en nuestro poder toda la sanidad boliviana incluyendo su jefe el Mayor Médico Hernán Navarro. De inmediato se tomó contacto con las últimas defensas de Yrendagüé que fueron dominadas una detrás de otra, tomándose muchos prisioneros.
Para mediodía del día 8 de diciembre toda resistencia enemiga había cesado. Yrendagüé estaba en nuestro poder y con el fortín sus fabulosos pozos de agua dulce.
El parte del comandante del regimiento “Batallón 40” al coronel Garay dice:
1) Estoy en el Puerto Yrendagüé…”
2) “En este momento mi tropa toma un poco de agua y rancho, estaremos esta tarde listos para cualquier empresa”.
3) “Los pozos no funcionan por falta de gente competente para poner los motores en funcionamiento”
4) “Aquí hay un tambor de nafta de 120 litros más o menos”.
5) “Víveres, carne conservada hay para toda la División, lo mismo que azúcar”.
El cuerpo de Caballería del coronel Toro se desintegró. Dice el coronel Franco: “Fueron salvados de una muerte segura, cerca de 3.000 bolivianos con nuestras reservas de agua y el resto expiró en medio de los más dramáticos suicidios provocados por el espantoso tormento de la sed, y un sol a plomo que era difícil de sortear, incluso en la sombra”.
El coronel Franco nos habla de 13.000 hombres en total para el Cuerpo de Caballería de Toro, lo que nos parece una exageración. Sin embargo, el general Ceferino Vega Gaona, participante de esa batalla nos dice que dicho cuerpo está constituido por un total de 12.318 hombres.
No todos habrán estado comprometidos en el mismo sector del frente, pero la realidad es que todos sufrieron la falta de agua y sin excepción fueron castigados con una enorme cantidad de bajas. Miles de bolivianos murieron en la imposible retirada desde Yrendagüé hasta Carandayty. Mejor hubiese sido para esta pobre gente una rendición, como lo hicieron más de 3.000 hombres que así salvaron sus vidas y fueron muy bien tratados.
El cuerpo de caballería de Toro perdió el 50 % de sus hombres y más del 60 % de todo su armamento.
Pero lo más simpático es que Toro fue llamado a Villa Montes para lo que se creyó sería un proceso y castigo, sin embargo fue ascendido a Jefe de Estado Mayor del comando superior, demostrando así una vez más su enorme ascendencia sobre Peñaranda.
Anteriormente Toro, ya había sido culpable del desastre de Ballivián, cuando se opuso a la orden de su jefe el general Peñaranda de retirarse de este Fortín, aduciendo que era un problema de honor para Bolivia mantener lo que era considerado como la capital boliviana del Chaco. La verdad es que cuando quisieron hacerlo ya estaban cortados y optaron por internarse en la Argentina. Cerca de ochocientos pudieron hacerlo pero más de 200 murieron ahogados al zozobrar las precarias embarcaciones con que cruzaron el por casualidad crecido río Pilcomayo.
Nos atrevemos a afirmar que ambos, el coronel Rafael Franco y el coronel Eugenio Garay fueron dos gloriosos guerreros del Chaco. La gran diferencia en Yrendagüé radicó en que Franco fue el táctico, organizador, pensador, mientras que Garay fue la voluntad para impulsar el proyecto y que lo llevó a un feliz término. Cumplió Garay la orden de su jefe y se demostró a sí mismo y a los demás que era una tarea difícil de realizar, tal como lo anticipó el coronel Franco, pero no imposible.
El coronel Franco recuerda en sus memorias que nuestros soldados salvaron de la quemazón grandes “depósitos de mercaderías, las mejores de Europa, entre los que se encontraban champagne francés, vinos del Rin, cervezas en cantidades siderales, todas acumuladas en ese lugar como base de operaciones de la gran ofensiva que el cuerpo de caballería a mando de Toro iba a desencadenar sobre nuestros tres cuerpos de ejército, en un jolgorio similar al que realizaron cuando lo destituyeron a Salamanca…”
Y como final, recordaremos que apenas capturado Yrendagüé, el coronel Franco ordenó marchar sobre Carandayty, que sería su nuevo desafío a vencer, lo que realizó como todos sus otros desafíos.
El doctor Salvador Villagra Maffiodo nos recuerda en sus memorias que “sin perder las proporciones podría parangonarse el famoso parte de Julio César, el general romano, de Veni, Vidi, Vici, con este otro parte del coronel Rafael Franco al general Estigarribia: Esta mañana entramos en Carandayty. Esta tarde seguimos adelante” y agrega el doctor Villagra que seguir adelante, significaba nada menos que ir a cortar el importantísimo camino de Villa Montes a Santa Cruz de la Sierra”.
Bien sabemos que los soldados del coronel Rafael Franco siguieron adelante, cruzaron el Parapití y llegaron a Charagua. Hasta ahí, en pleno terreno de Altiplano llegó el R.I. 16 Mariscal López comandado por el Mayor Lorenzo Medina.

1 comentario:

Unknown dijo...

Si es constante las publicaciones sobre el Cnel. Franco en ese sentido es que la guerra no la gana una sola personal sino tos los que trabajan en el frente las mujeres heroicas que quedaron trabajando en los campos en vez de su esposos y si la verdad tenemos muchos mas heroes que el Mcal Estigarribia y muchos mas grandes. Fue Franco tambien que declaro a Mcal. Lopez maximo heroe nacional El pais le debe mucho al Cnel. Franco El Dictador Stroessner le rindio homenaje de presidente a otro dictador tal como el (Higinio Morinigo en su funeral) no habia peleado con el enemigo su mentor de dictador y dejo en la oscuridad a este maximo heroe del chaco que como cuentan los soldados se apuraron para hacer las descargas y las luces de sementerio no se prendieron para no alargar el discursos de quienes habian luchado a su lado bajo sus ordenes y lo conocian bien gente mayor que pasaba los 60 años en 1973 pero que bien conocian todo lo que habia hecho por su patra. Digo lo mismo que escribio el Cnel Arturo Bray en la corona PARA UN GRAN PATRIOTA