miércoles, 26 de septiembre de 2007

RAFAEL FRANCO, EL SOLDADO PROHIBIDO

Capitán (SR) Félix Zárate Monges
RAFAEL FRANCO
Los méritos militares prohibidos


INTRODUCCIÓN
El coronel Rafael Franco constituye una de las figuras más injustamente difamadas de la historia política paraguaya, además de una de las víctimas más injustamente condenadas al ostracismo por la ingratitud. Perseguido por los gobiernos oligárquicos de la era liberal, el ensañamiento con él no amainó durante las dictaduras militares de Estigarribia, Morínigo y Stroessner.
Condenado al destierro por liberales, tiempistas y colorados, la persecución contra Franco no se limitó al ámbito de la proscripción política, también se pretendió borrar sus fulgurantes méritos militares por la consabida “orden superior”. En ese campo, se daban instrucciones de reemplazar de los textos de historia militar su nombre por el del impersonal “Segundo Cuerpo de Ejército” cuando debía mencionarse alguna de sus rutilantes acciones guerreras en el Chaco. Así victorias pírricas sin mayor trascendencia pasaron a superar a las verdaderamente fundamentales para la victoria de la epopeya chaqueña, extrayéndose capítulos que aunque nadie olvidaba, estaban prohibidos de ser evocados. El olvido, a pesar de todo, era imposible.
Todos los años, un 29 de Septiembre, el espíritu nacionalista de los paraguayos vibra en sus más íntimas fibras evocando la toma del fortín Boquerón, en 1932. Muchos ignoran, sin embargo, que a pesar de haber sido ésta una victoria fundamental en lo anímico, por ser la primera batalla en la que se empeñaron todas las fuerzas del ejército nacional, lejos estuvo de superar en dimensiones y consecuencias militares a otras acciones mucho más afortunadas para las armas paraguayas, como Campo Vía o Yrendagüe.

La táctica aplicada por José Félix Estigarribia en la batalla de Boquerón ha sido objeto de un sinnúmero de críticas por parte de sus protagonistas, por las enormes pérdidas sufridas por las tropas paraguayas ante una dotación boliviana que en realidad no superaba los quinientos hombres, empeñándose contra ella a todo el ejército paraguayo incluidos sus cuerpos para tiempos de paz. Uno de los testimonios más calificados al respecto lo ofrece el General Juan Bautista Ayala en su libro “Las batallas del Chaco a la luz de los principios de la guerra”, donde desnuda la disparidad de criterios en los altos mandos paraguayos, y los serios errores de conducción.
Los ataques a cuerpo gentil ordenados por el alto mando terminarían en una verdadera carnicería en la que perderían la vida alrededor de cinco mil hombres, la mayoría jóvenes menores de veinte años. Algunos jefes bolivianos a su vez califican a Boquerón como “una victoria moral boliviana”.
En otras batallas menos recordadas de nuestro calendario, en contrapartida, brillaron con fulgor propio la audacia, el coraje y el genio militar tanto de comandantes como de subordinados.


CAMPO VÍA

Algunas callejuelas de ciudades y pueblos paraguayos llevan su nombre, pero la enorme mayoría de los paraguayos ignora los alcances y detalles de la que expertos militares consideran la más fulminante y demoledora victoria obtenida por las tropas paraguayas en el Chaco: la rendición de dos divisiones bolivianas en Campo Vía, el 11 de Diciembre de 1933.
“Rafael Franco, reforzado por la división de Fernández, irrumpió desde Gondra arrollando las líneas bolivianas y cerró el camino Campo Vía-Puesto Ustares” describe la acción el experto estadounidense David Zook. Sin esa maniobra, las tropas bolivianas hubieran escapado tras la toma de Alihuatá.
Esta victoria significó para el Paraguay hacerse de más armamento del que disponía al iniciarse la guerra, en tanto la derrota fue tan abrumadora en filas bolivianas según narra el sacerdote Ernesto Pérez Acosta (Pa-í Pérez), que un prisionero boliviano junto a él en ese momento, el Teniente Coronel Araníbar, exclamó consternado: “La guerra ha terminado. Kundt nos ha traicionado”.
Justamente, la debacle boliviana obligó a renunciar al general alemán Hans Kundt, y hubiera significado el final de la contienda si no se hubiera concedido un armisticio en el que los suspicaces creyeron entrever la mano de la empresa petrolera Standard Oil, acusada en el Congreso norteamericano de financiar a Bolivia. Juan Stefanich escribió sobre aquel gran momento de nuestra historia: ”Desde los campos encendidos del Chaco fueron barridos de América, como en los tiempos de la emancipación, generales y técnicos europeos y otros de menor jerarquía, en forma aleccionadora”.

YRENDAGÜE

Aunque no tan recordada como la toma del fortín Boquerón, pocos episodios de la guerra del Chaco calan tan hondo en el ánimo de los paraguayos al ser evocados como la homérica marcha de sesenta kilómetros a través de la selva que acabaría con la conquista, al límite de la resistencia humana y a punto de morir de sed, de la aguada de Yrendagüe el 8 de diciembre de 1934.
Su concepción estratégica también sería producto del genio militar del Coronel Rafael Franco, bajo cuyo mando se encontraba la Octava División a cargo del entonces coronel Eugenio Alejandrino Garay. Ambos comandantes, cuyas leyendas trascienden las academias militares y se pierden en el imaginario popular, eran hombres bajo cuyo mando el soldado paraguayo se constituía siempre en combatiente extraordinario, sobre todo por la intuición del mítico “Leon Karé” (como apodaron afectuosamente a Franco sus tropas) quien exigiéndolo hasta el límite, sabía ofrendarle una y otra vez el alcance de una victoria decisiva. Es conocida, en ese contexto, su lacónica respuesta cuando el General Garay le transmitió sus dudas sobre la posibilidad de abrirse paso, a través de una maraña hostigante que debía tajearse a machetazos, hasta el oasis oculto en el verde laberinto: “Usted y sus hombres seguirán su camino, y mañana beberán suficiente agua en Yrendagüé, si Dios quiere”.
Aquella frase caería de modo fulminante sobre las vacilaciones del viejo pero aguerrido Coronel Garay, quien ya en 1928 –durante la movilización general tras el incidente de “Vanguardia”- había sido rechazado por su avanzada edad. “Hagámosle caso, porque este hijo del diablo se entiende con Dios” masculló en guaraní refiriéndose a Franco, el anciano guerrero de blanca greña, y antes de reanudar aquella verdadera marcha del delirio, como acompañada de un relampagueo centelleante, tronó su voz en medio del bosque transportando una arenga histórica:
“Aníra-ena pe manó, che ra-y kuéra. Jareko ningo peteï misión ña cumplí vaëra. Ñaguahéna la Yrendagüepe, jai-ú ñande gústope o sino-yramo ñamanomba oñondive upepe” (No se mueran todavía, hijos. Tenemos una misión que cumplir. Lleguemos a Yrendagüe, bebamos agua a gusto o muramos juntos allá).
Crujiendo entre hostigantes ramas y erizados de púas, el tumulto de fusiles, machetes y banderas siguió su heroico avance ignorando la fatiga, la sed, el hambre, el sueño y la distancia. Y el día de la virgen de Caacupé de 1934, a primeras horas de la mañana, la Segunda Compañía del Batallón 40 (Octava División, Segundo Cuerpo de Ejército), al mando del Teniente Reinaldo Troche, divisaba como una luz al final de un ardiente y angustioso túnel, los frescos y profundos hontanares de Yrendagüe.
“A las 7:15 de la mañana del día 8 era dueño de los pozos de Yrendagüe ese núcleo de jóvenes valerosos y esforzados que formaba la Segunda Compañía del Batallón 40, y yo no pude menos que meditar acerca de lo que consideraba un milagro y elevar mi pensamiento para rendir homenaje a la virgen de Caacupé, que nos había protegido y ayudado para conquistar un triunfo tan memorable” evocó en sus memorias Troche años después.
El sol de la victoria amanecía para iluminar al Paraguay aquel hermoso día 8 de Diciembre, y la guerra del Chaco estaba ganada.


Coronel Rafael Franco (I)

(Conferencia en el Auditorio Ruy Díaz de Guzmán, 15 de Setiembre de 2007)

Hoy, 15 de Setiembre de 2007, se cumple el trigésimo cuarto aniversario de la partida sin retorno de uno de los más brillantes soldados de la guerra del Chaco, el General Post-Morten Rafael Franco. Entregó sus armas y emprendió vuelo al reino del Señor. Está sentado a la diestra de Solano López, el héroe máximo de Cerro Corá.
Al evocarlo en la fecha, nos parece escuchar el redoble de tambores retumbando en la floresta chaqueña y los clarines de Gondra, Campo Vía, Yrendagüe y el Parapití, rasgando el cálido viento de los cañadones.
Batallones, regimientos y Divisiones del Segundo Cuerpo de Ejército cobran nueva vida y se despliegan en orden de batalla. Un tumulto de armas y banderas se abre paso entre las aguas del Parapití, se encarama de los picachos que rodean a Charagua. Del uno al otro confín de la vasta planicie esmeralda: oficiales superiores, subalternos y tropas reencienden el fuego de la epopeya en pos de la restitución de la heredad nacional ultrajada.
A mucha honra son reproducidas seguidamente las palabras de la entonces embajadora paraguaya en Bolivia, Dra. Julia Velilla Laconich.
“El coronel Rafael Franco ha muerto”. Era cerca de la media noche y 15 de Setiembre de 1973; el vencedor de tantos combates y batallas ha caído en la lucha decisiva. Las mismas estrellas que velan por nuestros muertos desde Boquerón hasta el Bañado del Izozog alumbran la tierra paraguaya.
En el silencio solemne que envolvía la noche con su negro manto parecía escucharse el estrépito que producía el gigante al desplomarse recordando la bella oración fúnebre de Macrux para De Gaulle cuando citando a Víctor Hugo decía: “Oh qué terrible ruido producen en la noche, los robles cuando se abaten…”
El Coronel Franco como De Gaulle, en lo político son susceptibles de crítica y discusión, han podido cometer desaciertos, pero nadie podrá negarles una virtud suprema: su devoción por la Patria y por el pueblo: esa fe y ese amor a la Patria que hecho coraje los convirtió en Héroes. Por que sin ese amor fanático que sentía por su Patria- la primera razón de su vida-, el Coronel Rafael Franco no habría llegado a ser uno de los mimados de la historia, el legendario “Parapití Pora” temido y respetado por el adversario y por eso amado y admirado por el pueblo en armas, como pocos caudillos lo fueron. Fue maraña de voluntad que el enemigo nunca pudo doblegarlo.
En la vida de muchos hombres ilustres de la historia paraguaya, estuvo presente la imagen de una mujer, el coronel Rafael Franco tuvo también a su lado a una gran mujer, síntesis de la admirable virtud de la mujer paraguaya. Sin la cooperación de la esposa, sin su amor, sin su solidaridad y sin la lealtad con la que la señora Deidamia Solalinde lo acompañó toda su vida, Franco habría llegado de todos modos a la altura a la que lo lanzó su heroísmo sin mácula: pero hubiera llegado a la cumbre como un cóndor solitario, sin ese halo que dio luz a su existencia: la abnegada compañera que alumbró su vida y engrandeció su figura y su recuerdo.
Como soldado al servicio de la patria, su foja de servicio es profusa y brillante. Nacido en la ciudad de Asunción el 22 de octubre de 1896, y luego de cursar el quinto año del colegio Nacional de la Capital, ingresa en la Escuela Militar como cadete en 1916, egresa en 1918 como Teniente 2º, asciende a Teniente 1º en 1921, a Capitán en 1924 y a Mayor en 1928.
Funda los Fortines “Mariscal López” y “Falcón” en el Chaco paraguayo en 1928; asume la responsabilidad de la expulsión de los bolivianos del “Fortín Vanguardia” al norte de Bahía Negra, siendo Comandante del Regimiento Nº 5 “General Díaz”. En 1930 es designado comandante del Regimiento de Infantería nº 2 “Ytororó” con asiento en Campo Grande. En 1931 es separado del Ejército y se lo reincorpora en 1932 al comenzar la guerra como un simple soldado más, ávido de servir a la Patria hasta sus últimas consecuencias.
Después de la caía de Boquerón se lo designa comandante del Regimiento nº 2 Ytororó, interviniendo en las acciones de Saavedra. En diciembre de 1932 se hizo cargo de la Primera División (D.1) de Saavedra a Gondra, realizando una brillante maniobra en retirada por cuya proeza fuera ascendido poco tiempo después al grado de Teniente Coronel.
Dicha acción fue considerada como “modelo de retirada”. El 7 de Diciembre de 1933 la Primera División de Franco asalta y rompe el frente de la IV División boliviana y toma enlace con la VII División reforzada al mando del Teniente Coronel José A. Ortiz. El 11 de Diciembre de 1933 tras infructuosos ataques de la cuarta y novena divisiones enemigas sin poder romper el cerco de nuestras tropas capitulan en forma incondicional, cayendo en poder de la brava Primera División de Franco 21 regimientos y bagajes, con 250 Jefes y Oficiales y más de 8.000 soldados con todo su material de guerra. El Teniente Coronel Franco es ascendido a Coronel, siendo nombrado comandante del Segundo Cuerpo de Ejército Paraguayo.
Ya en el mes de abril de 1935 la gloriosa Octava División del temerario coronel Eugenio A. Garay, perteneciente al Segundo Cuerpo de Ejército, en audaz maniobra planta el pabellón nacional en la ciudad boliviana de Charagua. El General Jorge Antezana Villagrán, boliviano, dos veces herido y dos veces ascendido en campo de batalla, comenta: el Coronel Franco “es un excelente táctico y estratega, ágil y diestro” y el General Kundt lo considera “el Jefe más peligroso del Ejército paraguayo”.
Más allá de estos conceptos, el coronel Franco fue un afiebrado patriota e intransigente defensor de la soberanía nacional.
Nada le irritaba tanto como la injusticia: ahí donde la descubría, la enmendaba de inmediato o se constituía en defensor de la víctima. Su solidaridad con los oprimidos y explotados era instantánea y desinteresada. Velaba por la salud y la educación de sus soldados en forma constante.
Siendo comandante en Bahía Negra devolvió a Asunción un cargamento de víveres por hallarse en mal estado. Durante un mes, la guarnición padeció un magro rancho, pero nadie protestó porque el jefe compartía la misma ración de sus soldados.
En los últimos años de su vida, reinstalado en el país tras prolongada ausencia, censuró sin temor todo lo que consideraba injusto, deshonesto y atentatorio contra la suerte de sus conciudadanos.
En la guerra de su pecho ardían cien volcanes cuando entraba en batalla, y en la paz soñaba con una patria libre, soberana y próspera.
Finalmente, como corolario valga la presente evocación histórica: era el 5 de julio de 1935, y el coronel Rafael Franco en la línea fronteriza demarcatoria con Bolivia mandó erigir una enorme cruz de quebracho con la siguiente inscripción: “El Segundo Cuerpo del Ejército Paraguayo a sus heroicos muertos”. Con tal motivo se llevó a cabo una misa campal, y fueron invitados oficiales y tropas bolivianas que cubrían ese sector (el Parapití).
Terminado el oficio religioso, los circundantes, oficiales y soldados paraguayos y bolivianos parecían hermanos reencontrados, después de mucho tiempo todo era algarabía y en el medio se producían intercambios de efectos personales. Por último los bolivianos preguntaron si el coronel Rafael Franco estaba presente, y el Teniente 1º Manuel Galindo Solalinde, les respondió: “Sí, ahí está”.
Al instante, los oficiales y soldados bolivianos lo saludaron como asombrados. Unos le pasaban las manos, otros le palmoteaban la espalda… “Qué hombre bueno y sin embargo tan audaz y valiente” decían, y otros incluso gastaban la siguiente chanza: “Si el coronel Rafael Franco hubiera sido nuestro comandante, seguro ganábamos la guerra!”.
Dijo Rivarola Matto que un hombre de tal calibre no resultaba fácil manejar. Los conductores natos son malos conductibles. Les apremia la compulsión creadora que se conforma poco con la indispensable disciplina y su secuela no querida: rutina y mediocridad.
Tanto que el general Estigarribia, inflexible en otros casos, lo toleró más de una vez y hasta el fin, demostrando con ello también su grandeza. Era como tener un tigre tomado por la cola, con la única ventaja que estaba siempre rampante de cara al enemigo.
Por último, la familia Franco expresa por nuestro intermedio su más vivo y sincero reconocimiento al Señor Andrés Silva y otros distinguidos ganaderos de la zona de “Campo Vía” que costearon la construcción de un artístico monumento con el busto correspondiente, en memoria de tan ilustre soldado.

Capitán Félix Zárate Monges
Vet. de la campaña anti-submarina-2a guerra Mundial. Asunción, 15 de Septiembre de 2007.


























PICUIBA-YRENDAGÜE (II)

Aunque resulte paradójico, con la destrucción del Cuerpo de Reserva General boliviano en “Cañada el Carmen” al mando del Coronel Oscar Moscoso Gutiérrez, en vez de aliviar en alguna medida la fuerte presión del Cuerpo de Caballería del Coronel David Toro Ruilova, éste se mostraba cada vez más activo, dispuesto a proseguir la ofensiva en dirección “Garrapatal-Camacho”, como si su designio fuera vengar a cualquier precio el descalabro sufrido en el sector Central por la 10ª División del TCnel. Zacarías Murillo y la 9ª al mando del Cnel. Walter Méndez, ambos prisioneros en nuestro poder. Entretanto, el Segundo Cuerpo de Ejército comandado por el Coronel Rafael Franco se mantenía a la defensiva en la región de “La Faye”, frente a Picuiba.
Entretanto, el coronel Toro, seguro del éxito de sus tropas, ya comenzaba a reclamar para sí la paternidad de la victoria. Prueba esto que el Alto Mando enemigo no había concebido ni incluido en sus previsiones que las maltrechas fuerzas del 2º Cuerpo de Ejército paraguayo pudiesen rehacerse para asestar a su par, el Cuerpo de Caballería boliviano, el inesperado y decisivo golpe que lo borró prácticamente del orden de batalla de su ejército.

Alternativas que precedieron a la maniobra

Llevado a cabo el deseo de conocer la verdad y nada más que la verdad acerca de las incidencias que precedieron a la maniobra “Picuiba-Yrendagüe”, el autor de esta nota acompañado del teniente 1º Justo Pastor Acosta del legendario Batallón 40 del Chaco, y del Teniente 2º Wilfredo Estigarribia de la misma Unidad, tuvimos el honor de entrevistarlo al Mayor S.R. Don Lorenzo Medina, ex comandante del R. I. 16 Mariscal López y de la octava división después, sobre algunos episodios poco conocidos de la campaña del Chaco.
Enterado el Mayor Medina del propósito que nos habíamos impuesto accedió muy gentilmente a nuestro requerimiento. Este venerable guerrero octogenario todavía de bien parecido aspecto físico y de una presencia y lucidez admirables comenzó su interesante plática desgranando las incidencias fortuitas que precedieron a aquella memorable acción de armas que de suyo significó la salvación de nuestro ejército en campaña de serios contrastes de consecuencias imprevisibles y, para el enemigo, la derrota más aplastante de que se tiene memoria, mucho más que El Carmen, pues hubo de vencerse la sed implacable, a la naturaleza agreste y desconcertante y al propio enemigo siempre tenaz e infinitamente superior en número y potencia de fuego.
Esa sed tremenda que luego “con la progresiva y creciente deshidratación iba trocando el malestar en vértigo y su carencia en desesperación, es tormento que el mismo Dante no consignó ni imaginó siquiera”.
Apenas concluida la batalla de El Carmen, la octava división al mando del Coronel Eugenio Alejandrino Garay, se la reintegraba al 2º Cuerpo de Ejército, del que constituía unidad orgánica.
A la sazón el 2º Cuerpo de Ejército paraguayo defendía el sector de La Faye a caballo del camino Carandayty-Camacho contra las abrumadoras tropas del cuerpo de caballería del Coronel Toro que lo venían acosando desde las inmediaciones de Carandayty.
Por entonces la octava división paraguaya estaba conformada por el batallón 40 (comandado por el Teniente 1º Ceferino Vega Gaona), el RI18 Pitiantuta (de Ireneo Díaz) y el RI16 Mariscal López (de Lorenzo Medina).
Después de la gran victoria de Cañada El Carmen, la octava división pasó a descanso y se encontraba bien, fortalecida en su moral. Incluso había logrado renovar y reforzar gran parte de su armamento.
Amén de los medios de transporte y otros elementos de gran utilidad, como teléfonos de campaña, catalejos, brújulas y hasta linternas potentes de aplicación múltiple.

Citas históricas en La Faye y Puesto Estrella

En “Puesto Estrella” –conjunción de los caminos XV y XVII- el coronel Garay instala su Puesto de Comando a cerca de 10 metros del puesto del Mayor Lorenzo Medina, comandante del RI16 Mariscal López, quien en esos días se veía obligado a guardar cama con elevado estado febril.
Ambos oficiales superiores mantenían una amistad de antigua data, desde la época de la malhadada revolución el Coronel Chirife (1922). Ahora bien, el 3 de diciembre de 1934, tal como solía hacerlo con frecuencia el coronel Garay, visita en su carpa de campaña al mayor Medina, siendo aproximadamente las 12 horas. El viejo roble, comenta su amigo, dejaba traslucir cierto grado de preocupación.
Se paseaba frente a mi cama, comenta el Mayor Medina, con las manos entrelazadas hacia atrás como era su costumbre, pero como existía entre nosotros alguna familiaridad aparte de la relación jerárquica, me tomé la libertad de preguntarle:
- Mi coronel, usted está preocupado,¿ qué ocurre?
Y ahí, cambiando de facción aproxima un taburete y sonriente me dice:
-Esta mañana fui citado por el Coronel Rafael Franco en su puesto de comando de La Faye y entre otras consideraciones muy atinadas me significó la situación delicada por la cual está atravesando el 2º Cuerpo de Ejército de su comando pues el Coronel Toro persiste en capturar La Faye y, lo que es peor, no estamos en condiciones de impedirlo con nuestras estropeadas tropas que todavía no lograron reponerse totalmente.
De apoderarse de La Faye- siguió- que lo estamos defendiendo a sangre y fuego, el enemigo tendría vía libre para lanzarse sobre nuestro centro vital: Camacho, lo que producirá fatalmente nuestra destrucción. No sólo del 2º Cuerpo de Ejército sino que también del 1º y del 3º inclusive, al cortarles sus vías de abastecimientos. Y ya sin otra alternativa estas grandes unidades amigas en apremio, se verán obligadas a emprender una rápida retirada en malísimas condiciones con las consiguientes derivaciones de alcance imprevisible y hasta irreparable quizá. Por tanto, decía el Coronel Franco, no podemos continuar impasibles esperando que la tormenta que se avecina nos envuelva. La ofensiva boliviana en nuestro frente es inminente, está a punto de desencadenarse. Es necesario anticiparse al enemigo para sorprenderlo y realizar aquello que considera que no estamos en condiciones de hacer…Debemos actuar GARAY, ¡Ahora! Y repetir lo de Cañada El Carmen. La operación debe consistir obligadamente en un ataque sorpresivo y fulminante por entre las tropas enemigas sobre los pozos de Yrendagüe, arrancando de Puesto Estrella.
La captura de los pozos acarreará al Cuerpo de Caballería boliviano el mayor desastre imaginable. Y si se llegara a explotar el éxito debidamente acaso significase el fin de la guerra. Privado de agua, elemento vital, y cortada su vía de comunicación y apoyo logístico no le quedará otra salida que rendirse o perecer de sed en el desierto. Pues fuera del Parapití y Carandayty no hay de dónde traer agua.
Y mire Garay, continuó Franco, su División –la octava- está descansada y con alta moral, el enemigo amarrado prácticamente con dos divisiones, la D.6 (Mayor Atilio J. Benítez) y la D.R.G. (D9) del TCnel. Vicente Machuca) accionando sobre el frente de las posiciones enemigas con violentos ataques laterales, la D.8 entretanto se apoderaría sorpresivamente de Yrendagüe para luego operar enérgicamente sobre las espaldas del enemigo de Picuiba. Esta maniobra la ejecutaremos a condición de que Usted estuviera dispuesto a comandarla.
Mi Coronel, responde el Coronel Garay, de este plan de maniobra ¿está informado el General Estigarribia?
Vea Garay, dice Franco, con esta idea de maniobra no nos apartamos de la orden de operaciones del Comanchazo, implícitamente se desprende del espíritu de la misma. Nuestra misión, la del 2º Cuerpo de Ejército consiste en cubrir el ala norte del dispositivo general y no la cumpliremos si permanecemos aguardando nuestra destrucción. Es más, en la reunión que tuvimos hace cuestión de dos semanas en Siracusa ante un planteamiento mío, me respondió Estigarribia: “Aténgase a la orden que ya tiene”. Y en esta emergencia si volvemos a consultarle llevará tiempo y mañana o pasado esto se nos viene encima. En casos así, el general Estigarribia se muestra flexible y autoriza, dice Franco, a actuar de acuerdo con las circunstancias. Así que es problema de iniciativa y de amor a la responsabilidad este asunto, Garay. Pondré además a su disposición un grupo de baqueanos al mando de un sargento del RI8 Piribebuy que el 9 de noviembre último logra zafarse de Yrendagüe saliendo precisamente de Puesto Estrella.
Ese mismo día 3 de Diciembre de 1934, a primeras horas de la tarde, el comandante del 2º Cuerpo visita al Coronel Garay en Puesto Estrella, entablándose entre ambos un animado diálogo.
Este es el testimonio del Mayor Medina cuya carpa estaba instalada a 10 metros apenas de la del Coronel Garay. Entre otros asuntos, ambos altos jefes, Franco y Garay, convinieron que la maniobra en cuestión entrañaba mucho riesgo y que el desideratum era de vencer o morir, para lo cual se debía llegar con las últimas gotas de agua para capturar Yrendagüe o perecer de sed sin auxilio posible, tras recorrer 70 kilómetros desbrozando maleza bajo un sol inclemente y abrasador, en una región árida donde los pies se hunden hasta casi el astrágalo.
Desde mi carpa, sigue Medina, yo me mantenía expectante, aguzando el oído. Seguidamente, tras una breve pausa, se percibía claramente la voz sonora del Coronel Garay: “Nei mi coronel, eruruka cheve la ne orden jajapó agua reipotava” (Bien mi coronel, envíeme la orden para la ejecución de lo que Usted se propone).
Por último, los dos jefes salían de la carpa, apoyado el Coronel Franco del brazo del Coronel Garay, en dirección al vehículo del Comandante del 2º Cuerpo de Ejército, a no más de 50 metros, despidiéndole al coronel Franco, quien regresaba a su puesto de La Faye. Minutos después, el coronel Garay se dirige directamente a mi carpa para decirme lo siguiente:
“Ma’emí Medina, he’í ivaniko que del genio a la locura ohivaha un paso ha ko ñande ruvicha coronel Franco niko ogüereko cierta chispa fuera de lo común”.
Y continúa el coronel Garay: Sus argumentos son serios e irrebatibles y se ajustan a la realidad. Para más, Medina, me convenció y ya le prometí mi más decidida colaboración”.
“Realmente, el tiempo apremia y no se puede esperar un solo día más! Sólo que yo quería que fuera de conocimiento del Comanchazo todo esto que nos proponemos realizar”.
A este respecto el Mayor Medina comenta que de la entrevista en La Faye pudo informarse a través del relato del Coronel Garay, pero que le consta de oídas el diáologo mantenido entre ambos jefes en la carpa del coronel Garay, y que, en la circunstancia señalada, le fuera confirmado después, fielmente, por el héroe de Pampa Grande y de El Carmen.
Con énfasis prosiguió destacando el coronel Garay que la determinación era perentoria y que estaba dispuesto a lanzarse de Puesto Estrella en dirección a Yrendagüe de cuyos pozos se provee de agua el Cuerpo de Caballería de Toro.
¿Cuándo se da comienzo a la maniobra, mi coronel? Pregunta el mayor Medina. Ahora mismo el Teniente Manuel Galindo lleva la orden de apresto a las unidades: Ración de hierro para dos días y dos caramagnolas de agua por hombre. Y usted, mayor Medina, por encontrarse enfermo me entregará su regimiento. Yo lo voy a comandar.
“Cuando terminé de escuchar las últimas palabras de mi jefe, me incorporé instintivamente impulsado por una fuerza misteriosa.
-Estoy sano, completamente sano mi Coronel. Yo marcharé con mi regimiento y estaré a su lado hasta las últimas consecuencias.
El Coronel Garay avanzó unos pasos y con un efusivo abrazo agradeció el gesto espontáneo y solidario de su amigo de siempre”.
Sin más trámite, el coronel Garay se dispuso a redactar la histórica Orden de Marcha y distribución de las tropas de fecha 4 de diciembre, en cumplimiento de la Orden del Comandante del 2º Cuerpo de Ejército.































1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre es grato conocer más sobre nuestros gloriosos representantes, estas historias deberían ser obligatorias en escuelas y colegios, sólo así su memoria y espíritu sería recordado y por sobre todo sería el ejemplo que necesitan nuestros jóvenes hoy. Me llena de orgullo leer sobre las hazañas de tan grandes Señores, y cuántas otras historias y Paraguayos los cuales desconocemos sus hazañas. Ojalá tengamos algún día películas sobre estos episodios de muchísimo mas patriotismo y valor que otros relatos extranjeros que tanto nos llenarían de orgullo.